BUSCÁNDOLE EL SENTIDO AL DATO, COMENZÓ EL BAILE.
Saber es malo. Saber nos hace asumir que todo lo conocido es lo verdadero. Saber nos devuelve una realidad sesgada. Tenemos a nuestro alcance herramientas que se convierten en poderosas armas que nos ayudan a extraer datos y nos hacen saber muchas cosas, por ejemplo, números. Y sabiendo mucho, no sabemos nada.
El Big Data nos permite obtener mucha información precisa sobre el cliente, sus costumbres y sus actos. Y hasta nos ayuda a empujarlo a su próxima compra, sugiriéndole dónde invertir más o haciéndole creer que necesita más de eso que ya ha adquirido, basado en un modelo predictivo.
Pero el dato sin contexto es sólo un número. Una verdad a medias. Una visión hipermétrope que no ve ni de muy cerca ni de muy lejos.
Las empresas son personas que hacen que otras personas se emocionen, sueñen y se activen para convertir. Personas que trabajan para personas, no para números. Verlo así nos impide analizar realmente a la persona que convierte y por qué lo hace o no.